martes, 1 de abril de 2008

El juego del mes

Una entrada del Blog que recuerdo bastante claramente hablaba sobre una posible red de clandestina de espionaje que funcionaba en el subterráneo porteño. Según el autor sus orígenes se remontaban a los primeros días de la línea A. Desde aquellas épocas organizaciones secretas se refugiaban en la oscuridad de los túneles. Una teoría era que se trataba de un culto que adoraba una deidad pagana de la tierra, que eran quienes antes realizaban aquelarres en las antiguas catacumbas. Como sea, según el Blog en la actualidad los "locos" del subte eran quienes continuaban este legado. La gente rara que vaga por los andenes mendigando o simplemente descansando en los rincones.

Desde hace un tiempo ando dando vueltas por los subtes buscando encontrar algún indicio de que esto es cierto. Quizás tenga algo que ver con lo que me sucedió o quizás no pero estoy dispuesto a averiguarlo.

Fue por este motivo que el martes cuando iba camino a lo de Zenith a buscar algunos planos y data para ayudarme con el tema de Las Toninas y me topé con la Nena en la línea B seguí con atención sus movimientos. Estaba repartiendo unas estámpitas, viejas, gastadas, de quien sabe que santo. Tenía una buena pila de estas y le dejaba una a cada pasajero, siempre balbuceando su discurso incoherente. En un momento veo que a un hombre de traje sentado cerca mio le da una estampita de abajo de la pila, y con ella hay un papel doblado. El hombre se guarda las cosas en el bolsillo y cuando la Nena regresa le deja una moneda. Luego se baja en la próxima estación, junto con el grueso de la gente. Yo también.

Pensé en ese momento que quizás la Nena no era más que una dealer, que le repartía merca a los oficinistas, pero también podía ser otra cosa. Algo más importante. Seguí al hombre de traje a través de los túneles que llevaban hacia la línea D. Llegamos a 9 de Julio que estaba, como siempre, hasta las manos. De alguna forma el hombre se hace paso hasta el
borde del andén. Yo lo sigo y quedo también junto al borde pero a un par de metros de distancia, entre un gordo que parecía haber venido de tocar el bombo en la plaza de mayo y una mujer con tres nenas, todas con vestidos azules, y cada uno con dos globos de distinto color. La estación se seguía llenando de gente y el tren no venía. El sujeto de traje seguía esperando, tranquilo; yo transpiraba como un animal. Finalmente se ve la luz del tren que se acerca y ahí alguien, o algo, me empuja. Caigo directamente a las vías, golpeándome de lleno en la cabeza. La gente arriba grita. Los globos salen volando. La luces se acercan. Reacciono, me pongo de pie y deseperadamente comienzo a trepar hacia el andén. La gente me ayuda, entre varios me agarran y estoy arriba antes de el tren entre a la estación. No vuelvo a ver al hombre de traje.

Si hubiera caido a las vías unos segundos más tarde no estaría ahora contándolo. Tampoco si el golpe hubiese sido más feo. Fue otra advertencia. Más tangible. No sé si son los mismos de antes. Quizás me metí en otro pozo. No lo sé pero planeo averiguarlo.

Y si pensaron que con cosas como estas van a poder callarme no pueden estar más equivocados.

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